viernes, 16 de marzo de 2012

RECORDAR, SIEMPRE RECORDAR


Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel


Noviembre / 2003



Recordar. (Del lat. recordāri). tr. Traer a la memoria algo.



Recuerdo. m. Memoria que se hace o aviso que se da de algo pasado o de que ya se habló.



AMAN los recuerdos quienes han tenido la suerte de ser dichosos.


SI en el momento que se está viviendo un rato feliz se tiene la suerte de oír música grata, ella siempre nos traerá dulces recuerdos.


HAGAMOS las cosas bien, para que podamos recordar bien.


SE vive de recuerdos y de esperanzas.


EXISTEN olores que volverlos a sentir lo transportan a uno a todo un mundo de recuerdos y de fantasías.



v Recuerdo: campana que suena en el valle profundo del olvido.


v Memores erunt nominis tui in omni generatione et generationem. «Se acordarán de tu nombre generación y generación»


v Jucunda memoria est præeteritorum malorum «El recuerdo de un mal pasado es alegra»


v Animus meminisse horret. «Mi alma se estremece de horror a su recuerdo»


v Los recuerdos embellecen la vida, pero sólo sabiendo olvidar se puede vivir


v No muere el hombre si su muerte vive.


v Nessun maggior doleré/che recordarsi del tempo felice/nella miseria. «No hay dolor más grande que el acordarse del tiempo feliz en la desgracia»


v En todo recuerdo hay una tristeza.


v Si en mitad del dolor, tener memoria del pasado tener memoria del pasado placer es gran tormento.


v ¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas, dulces y alegres cuando Dios quería!


v Que solo de mi incendio resta el humo.<memorias tristes de mi bien perdido me siguen siempre, y me molestan tanto, que deseo acaballas en olvido.


v To keep an adjuner to remember to remember thee/were to import forgetfulness in me. «conservar algo que me ayude a recordarte, sería admitir que puedo olvidarte»


v Nur wer die Sehnsucht kennt, eiss was ichleide! «Solo aquel que conoce la añoranza—podrá saber el sufrimiento mio»


v La reminiscencia es como la sombre del recuerdo.


v La memoria es el espejo donde vemos a los ausentes.


v ¿Por qué volvéis a la menoría mía, tristes recuerdos del placer perdido…?


v Vistas las cosas en la cámara oscura del recuerdo, toman un relieve singular.


v J'ai plus de souvenirs que si j'avais mille ans. «Yo tengo más recuerdos que un hombre milenario»


v Les souvenirs , ce sopnt des chambres sans serrures, des chambres vides oú l'on n'ose plus entrer, parce que de vieux parents jadis y moururent. «Los recuerdos son habitaciones sin cerraduras ---habitaciones vacias en donde nadie se atreve a entrar--- porque en ellos murieron viejos parientes,»


v Souvenir, souvenir, que me veux-tu? «Recuerdo, recuerdo, ¿qué me quieres?»


v Como enjambre de abejas irritadas, de un oscuro rincón de la memoria salen a perseguirnos los recuerdos de las pasadas horas.


v Es feliz, porque sabe gozar de los recuerdos.


v La douleur de s'en souvenir. «El dolor de recordar»


v …el recuerdo tenaz, cárcel del alma.


v Con maderas de recuerdos armamos las esperanzas.


v Se vive en el recuerdo y por el recuerdo, y nuestra vida espiritual no es, en el fondo, sino el esfuerzo de nuestro recuerdo por perseverar, por hacerse esperanza, el esfuerzo de nuestro pasado por hacerse porvenir.


v Los recuerdos tienen más poesía que las esperanzas; como las ruinas son mucho más poéticas que los planos de un edificio en proyecto.


v Hast du irgendwo ein Ding zurückgelassen, das dich quält und das dir nachwill? «Has dejado tras de ti ---en algún lugar---, alguna cosa que te atormente ---y que quiere seguirte?»





RECUERDOS DE MI VIDA



Enrique Galván-Duque Tamborrel



Recuerdo: campana que suena en
valle profundo del olvido.




Siempre es –y será—difícil relatar pasajes autobiográficos, sobre a todo en cuanto a veracidad honesta se refiere, pues es fácil caer, sin pretendida buena o mala intención, en autoelogios y/o autoimputarse culpas injustamente. Comprendiendo que no se puede ser perfecto, trataré de ser honesto conmigo mismo y con los que algún día lean esto.



De entrada, primero explico que al escribir sobre este tema no me lleva otra cosa que dejar constancia clara del por qué escribí algunos poemas de amor para las dos mujeres que en mi vida han sido, lo que podría interpretarse como hipocresía y ambivalencia. No hubo ni lo uno ni lo otro, esa es la realidad, amé a las dos en etapas y circunstancias diferentes de mi vida, ambas relaciones fracasaron. La segunda relación fue consecuencia de la primera. El primer amor prevalece; el segundo, por razón misma de su fundamento, fue efímero, pero en ambos siempre hubo honestidad y sinceridad de mi parte, pongo a Dios como testigo y a Su juicio me someto.



Angélica, mi eterna Prietita –así le decían cariñosamente, desde chica, en el seno de su familia paterna--, así la conocí y ese apelativo se convirtió en sagrado para mí. La conocí en mayo de 1947, en plena primavera; tenía yo 17 años de edad y ella 15, linda mocosa, irradiaba luz, belleza y simpatía. Me enamoré de ella de inmediato –el clásico amor a primera vista—y empecé a cortejarla; me costó muchos desvelos y mi corazón latía con ansiedad insatisfecha; así, el 26 de agosto del mismo año iniciamos nuestra relación de noviazgo. Ese mismo año, en el mes de marzo, ingresé a la Escuela Nacional de Ingenieros de la UNAM para estudiar la carrera de ingeniería civil –en esa época los cursos se iniciaban en marzo y terminaban en noviembre y a veces hasta diciembre.



Mi Prieta significó la luz que alumbró siempre la ruta de mis estudios. No fue fácil el camino de nuestro noviazgo, tuvimos nuestros contratiempos, a veces insípidos a veces no tanto, pero al fin normal dentro de lo controvertido que son finalmente las relaciones humanas; pero el amor todo lo puede y así, con amor, subsanábamos las eventuales controversias.



El 18 de noviembre de 1953, hoy se cumplen 50 años, presenté mi examen profesional para obtener el título de Ingeniero Civil. Día inolvidable que disfruté por partida triple: la propia satisfacción, la satisfacción de mis adorados e inolvidables padres y la de Angélica. Realmente no encuentro palabras para expresar el estado de ánimo que viví en ese momento tan especial.



A lo largo de toda mi vida Angélica ha significado el espíritu de mi existencia, a veces pienso que aun antes de conocerla, y desde la niñez misma, ya había algo espiritual que nos unía. Pero, no sé, el día que me recibí, aquel 18 de noviembre de 1953, fue un día en que me sentí plenamente de ella, y a ella ofrendé el producto de mi esfuerzo; era de ella todo: mi titulo, mi corazón, mi mente, en fin: mi ser entero.







E.G.D.T.- 18 / Nov. / 2003